Anecdotario Edgardo: Una carta a Carlos Barbarito por telefono

Fotografía de Ileana Andrea Gómez Gavinoser
Hace unos días, Edgardo me habló bastante de su amigo poeta, Carlos Barbarito.
Y de una carta que no fue carta. 
Una amiga le contó sobre una carta de el a Carlos que estaba publicada en la web. Edgrado se quedó pensando...
En realidad, habían tenido una de sus tantas conversaciones telefónicas, y Carlos convirtió aquello en una carta. 
A Edgardo le resultó simpático de todos modos. 
Pude encontrar la carta en la web en el siguiente link http://d-sites.net/barbarito//espanol/miscelaneadoscartas.htm
Y debajo, la reproduzco a pedido de Edgardo.

Pietro Salemme Silvert




Carta de Edgardo Gugliermetti a Edgrado Barbarito (2004)

¿Será que mis antiadmiradores son todos homofóbicos?
¿Será que escribo en prosa para desarticular la belleza?
Según Mishima, la belleza es el suicidio.
A lo mejor intento que se suiciden las palabras, en cuanto a mí,
nada es demasiado seguro bajo tierra o arriba de la misma.
A la muerte no la vemos porque hemos visto cómo mueren otros, ella suele llegar en el momento preciso.
¿Y Dios? ¿Tendrá el poeta Barbarito una escondida aproximación a El al no haber sido por los vampiros nocturnos, en esas pinturas que él evoca como si hubiera sido su auténtico creador?
¿Querrá Camille Claudel que vaya a su atelier para esculpir la inocencia,
su verdadera inocencia, sus manos iluminadas por ser espía de Dios?

Ah, yo estuve del otro lado, donde el amor y la perversidad se confunden,
preparan el tríptico para los arrepentidos, para los que ven solamente por un ojo.
Barbarito ve con los dos y sueña con las trompetas de Jericó o en el salvaje púlpito que carece de dueño.
Los dos nos unimos en la persecución de las identidades
o buscamos desesperadamente el agua bendita de la salvación.
¿Y qué es la salvación cuando voy por el mundo con una máscara
y no tengo nada más que un vago recuerdo?
Un par de siluetas apostadas en un muro, una palabra acariciada por cuchillos.
La sombra de mi Noche clausurada y sin fin.
¡Cuánto temor el roce de una jaula! sangre de túnel y olvido.
Barbarito existe, está de pie entre el juncal y los rayos de la melancolía. Yo parto el porvenir con una cruz sin rumbo.

© Edgardo Gugliermetti, Buenos Aires, 25 de marzo de 2004.

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