Corazon de iguana de Edgardo Gugliermetti


Foto de Tom Bianchi

Corazón de Iguana

Debajo de la piedra, insultando al temor, inauguro un silencio que
no me pertenece.
Subo escalinatas, arrastro cadáveres, escondo mi lengua en un 
escenario
para que no me reconozcan, pero un lazo en el muro me recuerda el pasado.
Yo deseo, corro contra un espejo, me divido en dos, asumo la 
presencia de vigías,
centinelas perdidos en una ciudad rodeada por músculos y orgasmos.
Beso en una plaza que carece de sol y de estrellas, me persigno en
tu rostro
que navega con ángeles.
Es preciso no recordar, pero un crucifijo, una traición, una
erección a medianoche,
acelera la memoria. Una momia se levanta para celebrar el castigo
en la voz
de un pájaro celeste.
Trampas, debajo del pubis enrulado, en la masturbación, en la
ceremonia del coito
en los baños de las estaciones, mientras el taxi boy anuda su
sonrisa y me lleva
a otro mundo, a cantar con las flores reventadas del llanto, a
invocar en sus nalgas
de acero, a convertirme en walquiria aplastada contra el cielo,
animal en celo,
guardián de la luz y de la sombra.
Por fin entro en su tierra de hombre solitario, en su ferocidad de
macho
que rompe los colores del alba y me arrastra al precipicio donde
las princesas son violadas
con silencios, donde las heroínas danzan llenas de furor y gritan enroscadas 
en enormes pechos.
Pero allí la sangre ya no tiene preguntas, cae una y mil veces 
enceguecida de alimento, 
partida por el frío.
No puedo salir, lo que queda de mí se va en un caracol hacia una
playa  donde los cuerpos se chupan lentamente.
Crugidos de leopardo, bocas entreabiertas, hojas de sauce que
salpican el miedo,
semen que perfuma la noche.
Será la caída, el refugio de la trampa, la catarata de amor
                                        escarchada en un muro?
He visto la nuca del mundo, la llaga interminable de la carne,
                                        he compartido
la noche cabalgando en su cuerpo puro, desaparecido de inocencia,
en su deseo
que penetra, en la temible cacería, en la destrucción de las caricias.
He sido por un instante un lienzo arrojado sobre un corazón que se
pierde
-corazón de iguana vuelto a morir- bosque de brujas medievales
donde sufre el pasado.
Volver para que la noche recoja sus pedazos, hurgar en lo 
                                        deshabitado.
Es otra melodía. Nos perdimos en el territorio de la belleza.
Aquí renace el sol? Un ángel sale de la cueva? Algo ha muerto,
                                        muy lejos de la celda

Foto de Tom Bianchi 

Del libro "Arbol que acecha", Ediciones La Lámpara Errante, 1984

ESTE POEMA FUE TIPEADO AMOROSAMENTE POR ROCIO FERNANDEZ

Tom Bianchi: https://www.artsy.net/artist/tom-bianchi

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